«En un lugar del Cantábrico, concretamente en Santander, nació mi inquietud por la tecnología. Desde más o menos los 12 años, tenía muy claro a lo que quería dedicarme en el futuro: informática.
Empecé a cacharrear arreglando equipos informáticos y cuando tuve mi primera clase de programación, fue amor a primera vista. Quedé enamorada del código web.